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L A B U E N A G E N T E

 UNO Un ligero airecillo marino entraba por las ventanas de aquel restaurante. Dakarai y Juan observaban charrancitos y gaviotas revolotear apacibles en toda la costa. La brisa desordenaba los aires y arrastraba las aves de un lado a otro en un vaivén juguetón y trepidante. El vuelo, a ratos, parecía infructuoso, aunque irradiaba la felicidad de los días despejados… Sobre la mesa, un pescado adobado desprendía el aroma del mar y ostentaba su carne blanca junto al plateado de su piel. Acompañaba, señorial, a un plato de langostinos y a otro de hortalizas variadas... Un vino -secreto y consistente- preparaba el momento exacto para expandir su pócima frutal en aquellas bocas afanosas. El hermoseamiento de la mesa asignaba precisión y elegancia a las servilletas púrpuras que se reflejaban en la brillantez tenaz de los utensilios… Juan y Dakarai se miraban como se examinan las fresas en la cosecha antes de masticarlas, del mismo modo como se contemplan las uvas en la canasta previas a la ve

YO MALDIGO, TE MALDIGO, MÍRAME A LA CARA

Asumo mi resentimiento... Entonces soñaba. Recuerdo como si fuera ayer aquel subidón que provocaba la llegada de la democracia. Imaginaba mi casa con los enceres y las necesidades cubiertas. Visualizaba mi actividad diaria: desde la casa al trabajo, a la universidad, a las reuniones... Y de vuelta alisando las veredas con cánticos subversivos en el peregrinaje proletario de muchacho con fe. Colgándome de la micro, descifrando cada una de las promesas que me llevaron ciegamente a votarles y a confiar en ese resplandor democrático que me vendieron, en esa patria estable y respetuosa que optaría de verdad por nosotros los estudiantes y los obreros de la época. Soñaba entonces. Soñaba cada día de la semana cual gato trepador en busca de ventanas abiertas y voces que tranquilizaran su siesta. El sueño era gratis y posible. Y nos embaucó a todos. Nos deslizó como pollos ingenuos en aquellas marchas de las que –aunque sigo sintiéndome orgulloso- tengo hoy mis dudas… Mi destartalad

A L I C I A

Alicia Dime cómo se restablecen los mostajos después de vientos huracanados, adónde van los capullos diminutos que viven dentro de las adelfas, de qué manera se sostiene el helecho ante trombas de desechos infectados. Dime, Alicia, hacia dónde se dirige la loción de las flores y cuál es el destino de tantos nombres pronunciados y escritos aquí... Me he hecho viejo y no me di cuenta. Ayer pateaba piedras colina arriba, sellaba árboles con nuestros nombres, me echaba sobre la hierba encarando al sol candente cual presa en el asador y parlamentaba con mis utopías y mis querellas. Despotricaba, también, contra quienes prometían  serenar y asegurar el itinerario final de los octogenarios. Hoy, mientras estoy contigo contemplando tu melena ceniza, examino en lo que se va transformando mi cuerpo. Me resisto, a veces,  a la muerte, porque todavía atisbo tu esplendor y tu gallardía en las arrugas, porque jamás mueren los idearios y las palabras prolongan siempre su resistencia. Dime, amo

LOS AMANTES DEL PASEO MARITIMO (Primer lugar en Concurso de microcuentos Casa Valencia Chile 2019)

LOS AMANTES DEL PASEO MARÍTIMO ¿Qué ves en mis ojos? – Preguntó Karina- -Un mar incalculable. Y sobre la cordillera, la nata que provee de frescura aquella larga geografía. Veo multitud de flores propagadas desde el centro del mapa hacia abajo. Advierto el silencio del desierto reservando los secretos que retienen cactus y llamas. Veo dolor y ensueño. ¿Y tú? ¿Qué ves en los míos? Soltó Gerard. - Veo el intenso ocre de las naranjas y el dorado oleo de una paella plagada de frutos dispares. Veo la costa, que como la mía, arrulla, con su oleaje, el esfuerzo del pescador. Veo ancianos compartiendo memorias las tardes de los domingos. Y veo niños soltando palabras para construir el futuro. Juntos observaron la totalidad plateada de las olas del mediterráneo, absorbieron el vientecillo de la tarde, cogieron sus manos y pensaron que, con tanta historia en sus miradas, sólo vendría un futuro diverso y comprimido de amor...

MIS MUERTOS SE PERSONAN CUANDO QUIEREN.

Supongo que es tiempo de no estar solo. Entablar conversación con ellos, reírnos con la evocación elegida y mirarles a la cara... Sentarme sobre el sofá que enfrenta la luz de la ventana, acomodar los cojines y las mantas hasta que se personen con una copa llena de vida para hablarla, desmigajarla y comenzar con la risotada y la llorera. Suelen llegar juntos, con el paso prudente de las madrugadas. Algunos hurguetean mis bienes quisquillosamente mientras los otros preparan la mesa en la que suelen poner pan fresco, algo de vino y un montón de fotografías para la reconstrucción de los recuerdos… Los que revisan entusiasmados los cajones y repisas, preguntan el significado de las piedras en los rincones, de las velas enardecidas, de la razón de este orden en el que cada cosa está donde debe estar y muchas otras curiosidades. Algunos de mis muertos salen debajo de la cama, otros desde los armarios y otros, simplemente, vigilan mi vida desde el balcón, con esa mirada rebosant

T E A T R O

Necesito de ti. Tanto necesito de ti. Necesito el halógeno creativo en tu rostro para visualizar la risa y el llanto. Necesito tu vestuario que provoque mi admiración, el calor que padeces para que la audiencia reflexione entre la belleza y el sobresalto. Necesito tu anillo fiel en el arduo sendero de creer en esto. Necesito este espejismo tramposo de sospechar que simplemente se trata de un texto. Un texto simplemente. Un juego simplemente... Necesito la otra mirada de tus ojos. Necesito de tus oídos los timbales en el fondo de nuestros pesares. Necesito de tu patria, aquella en la que ves a mi ética revolucionaria marchando fiel. Necesito de tu voz para entonar vanidoso el cántico de mis luchas, el diálogo de mi tensión y la lectura de nuestras angustias mutuas frente a las pupilas desenmascaradas de los oyentes. Necesito de tus pies para embarrarme los tobillos en la pelea furiosa a favor de los pobres. Tus zancos para machacar al cerebro fachoso que se ensancha como

Que todo está muerto...

¿Que todo está muerto? Alguien me dijo que todo había muerto, que los ácaros, febriles de éxtasis, marchaban por las pieles rotas de mi país urgente. Alguien me dice que la muerte ha vencido y que el derrame dentro de la memoria es un hecho. Que a los habitantes de estas tierras actuales les da igual caminar sobre tumbas fracturadas sin nombres. Todo eso me dijeron... Alguien insinuó que la vida es la que es y lo que hay, que el pasado incomoda, molesta... y trina inacabable en el tímpano modernista de los favorecidos. Hay muchos, miles, millones convencidos de que el olvido es un buen nombre para desperdigarlo por provincias y regiones; un nombre que permite, de ese modo, a retoños bastardos de matadores crecer exentos. Alguien me dijo a los ojos que le desagradaba con tanto verbo resistente y tanta prosa abrumadora. Y lo dijo poco después de ver caer a los muertos de su patria en el basurero desolado del desafecto. Pero tú , compañera, compañero, me escuchas co